lunes, noviembre 19, 2007

Fragmento del ensayo "Estética del silencio" en Estilos radicales de Susan Sontag


“… el lenguaje es simultáneamente un medio inmaterial (cuando se lo compara, por ejemplo con las imágenes) y una actividad humana con un aporte aparentemente esencial en el proyecto de trascender, de ir más allá de lo singular y contingente (puesto que todas las palabras son abstracciones, que solo se fundan aproximadamente sobre particularidades concretas o hacen referencia a ellas). Por otro lado, el lenguaje es el más impuro, el más contaminado, el más agotado de los materiales que componen el arte…”.

Extraído del libro “Estilos radicales” de Susan Sontag Pág. 30

domingo, octubre 28, 2007

El texto realista clásico de Robert Stam

El placer del juguete se convuerte en el placer de destruir el juguete: un placer no menos infantil, a la postre. ¿Por qué deberían el espectador o el teórico abandonar el placer, en vez de buscar una nueva clase de placer? Sin dejar de asumir los placeres de la narrativa convencional, el cine también puede incitar al espectador a interrogarse acerca de dichos placeres y a convertir esa misma interrogación en un placer. Las películas pueden jugar con las ficciones en vez de desprenderse totalmente de ellas; contar historias, pero también cuestionarlas; expresar el juego del deseo y el principio de placer y también los obstáculos para su realización. En la ficción literaria, en Don Quijote sin ir más lejos, es posible amar la ficción y la narratividad y al mismo tiempo intorrogar a ese amor. El enemigo nunca ha sido la ficción per se, sino las ilusiones generadas por la sociedad; no las historias, sino los sueños alienados.
Extraído del libro "Las teorías del cine" de Robert Stam. Pág. 180.

miércoles, septiembre 26, 2007

Más notas sobre el cinematógrafo

DE LAS MIRADAS

¿ De quién?: Una sola mirada desencadena una pasión, un asesinato, una guerra.

*

La fuerza eyaculatoria del ojo.

*

Dos personas que se miran a los ojos no ven sus miradas. (¿Razón por la cual nos equivocamos sobre el color de los ojos?).

DEL AUTOMATISMO

No corras tras la poesía. Ella penetra por sí sola a través de las junturas (elipsis).

DE LA POBREZA

Carta de Mozart,acerca de algunos de sus propios conciertos (KV 413, 414, 415): "... Se encunetran en el punto medio entre lo demasiado difícil y lo demasiado fácil. Son brillantes... pero carecen de pobreza...".

Notas sobre el cinematógrafo de Robert Bresson

Hoy no asistí a una proyección de imágenes y de sonidos; asistí a la acción visible e instantánea que ejercían los unos sobre los otros y a su transformación. La película embrujada.


Hoy refiere a : ¿Montaje de octubre de 1956?

lunes, septiembre 17, 2007

La sinfonía visual de Germaine Dulac

El cine, que es arte de la visión como la música es arte de la audición, debería... llvarnos hacia la idea visual compuesta por el movimiento y vida, hacia la concepción de un arte del ojo, constituido por una inspiración perceptiva que evoluciona en su continuidad y alcanza, al igual que la música, nuestro pensamiento y nuestros sentimientos. (Citado en Sitney,1978,pág.41.)



Extraído del libro Teorías del cine de Robert Stam pág. 51.

He aquí la reacción del novelista ruso Maxim Gorki tras la proyrcción de una película en 1896

Anoche visité el Reino de las Sombras. Si supierais cuán extraño es estar allí. Es un mundo sin sonido, sin color. Allí, todo -la tierra, los árboles, la gente, el agua y el aire- está sumergidoen un gris monótono.... No es la vida sino su sombra... Y todo ello en un extraño silencio en el que no se oye el chirriar de las ruedas, ni los pasos, ni las palabras. Ni una sola nota de esa intrincada sinfonía que simpre acompaña a los movimientos de las personas. (Citado en Leyenda, 1972, págs. 407-409).


Extraído del libro Teorías del cine de Robert Stam pág. 40.

sábado, septiembre 08, 2007

Ozon y las criaturas de Fassbinder

Tanto silencio después de la prematura muerte de Rainer Werner Fassbinder resultaba un acto de injusticia. El dramaturgo, actor y director alemán, quién no ha reprimido sus impulsos a la hora de exponer las miserias humanas, ha sido redescubierto por el cineasta francés François Ozon en su versión cinematográfica de Gotas que caen sobre rocas ardientes, pieza escrita por Fassbinder para teatro.
Ozon, cuya obra está desembarcando en Buenos Aires, confesó su admiración por el creador alemán: "Hace tiempo que quería filmar sobre una pareja. Una película sobre la dificultad de vivir juntos y los problemas que trae la rutina. Con el descubrimiento de la obra de Fassbinder, me di cuenta que no necesitaba escribir un guión original. Ya existía una obra que decía exactamente lo que yo sentía. Es increíble que a los 19 años, Fassbinder pueda describir con tanta precisión y madurez el voluntario descenso de uno mismo a lo mundano, tanto vital como suicida".
Inagotable fuente de inspiración, la compleja filmografía de Fassbinder propone múltiples abordajes. En el encuadre dentro del encuadre, en el fuera de campo y en los planos minuciosamente calculados que traducen un imaginario previo del director sobre la totalidad del film, buscó un correlato estético para sus ideas. Ozón se enfrentaba entonces al desafío de crear una mirada propia sobre un material ideado por el genio de Fassbinder.
Con un guión que halla su riqueza en la simplicidad y respeta la división en actos del original teatral, Ozón narra en Gotas de agua sobre rocas ardientes, la historia de Franz (Malik Zidi), un joven estudiante que sucumbe a los encantos de Léopold (Bernard Giraudeau), un hombre maduro y sádico, con quién mantendrá una relación de sometimiento que se extenderá luego a los otros dos personajes de la pieza, Anna (Ludivine Sagnier), la novia de Franz y Véra (Anna Thomson), ex pareja de Léopold que cambió su sexo para reconquistarlo. Respetada por Ozon en su estructura, tiene mucho en común con Las Amargas lágrimas de Petra Von Kant, otra obra teatral de Fassbinder que él mismo llevó al cine con Margit Carstensen, Hanna Schygulla e Irm Hermann. "No he hecho más que cumplir órdenes y nunca he tenido que tomar decisiones propias", dice Marlene, la sometida secretaria de Petra Von Kant, quién abandonará a su ama, pero elegirá repetir roles en otra existencia esclavizada. Fassbinder declaró: "El amor no existe. Nada más está la posibilidad del amor" y sugiere que estos seres tienen miedo de la libertad y de todo lo que esta implica: la necesidad de responsabilizarse de la propia vida. Las dos piezas se erigen en la libertad, la opresión, la soledad y la dudosa existencia del amor, temas recurrentes en melodramas como Lili Marleen (1980), El Matrimonio de María Braun (1978), La ley del más fuerte (1974) o La angustia corroe el alma (1973).
En Un año con trece lunas (1978), Elvira, la protagonista transexual, cuenta su desdichada existencia mientras pasea con su amiga por los fríos pasillos del matadero en el que trabajaba cuando era hombre y su cuerpo se desintegra parcelado por los barrotes de la estructura que encierra a las vacas a punto de ser descuartizadas. Fassbinder diseña cuadros dentro del cuadro hasta que la opresión asfixia y se torna insoportable. Ozón retoma este recurso en su film, como cuando reencuadra a los protagonistas individualizándolos y separándolos, en un no menos frío encuadre de la ventana de la casa de Léopold que sintetiza la prisión a la que se somete el hombre y de la que no logrará escapar.
Gotas que caen... está filmada totalmente en interiores, las escenas transcurren exclusivamente en el living de la casa de Léopold, su escritorio, el baño y eventualmente el dormitorio. Sólo en dos momentos hay conexión con el exterior: el fuera de campo en la conversación telefónica de Franz con su madre quién lo despide con un despiadado... ¡buen viaje! cuando éste le confiesa haberse envenenado y el plano final, cuando tras la muerte de Franz y el advenimiento de otra relación sadomasoquista (esta vez entre Léopold y Anna), Véra busca desesperadamente oxígeno al intentar abrir una ventana. El encarcelamiento es común a todos los personajes. Franz solo estará protegido por la muerte, Véra no consigue reconquistar a su hombre por más transformaciones que opere en su cuerpo y Anna se entrega a la seducción de Léopold quedando inexorablemente entrampada en el juego perverso propuesto por éste, quién la abandonará cuando necesite renovar su víctima.
El juego de repeticiones en los cambios de actos respeta la tendencia fassbinderiana a reproducir exactamente un plano para ubicar un personaje en el mismo lugar donde antes hubo otro. En La angustia corroe el alma, Emmi (Brigitte Mira) aparece atrapada entre los barrotes de una escalera cuando se ve sometida al repudio de sus compañeras de trabajo que la censuran por haberse enamorado de un inmigrante marroquí mucho más joven que ella; este plano se repetirá más tarde, esta vez con una mujer que llega a trabajar con ellas y también resulta discriminada por ser inmigrante. En Gotas que caen..., cada vez que los personajes van a hacer el amor, se repite la situación: aparece uno de ellos acostado en la cama esperando al otro, que permanece parado y mirándolo, vestido con el mismo abrigo que usó Léopold la primera vez que se acostó con Franz.
Sin embargo, un paso más adelante representa la exótica escena en tono de comedia musical en donde los cuatro personajes interrumpen una tensa discusión que parece conducir a un inevitable enfrentamiento, para bailar una versión alemana de Explota mi corazón, de Rafaela Carrá, situación ajena a cualquier film de Fassbinder.
La certeza de que todos pueden deambular su dualidad por los mismos lugares si se elige la dialéctica oprimido-opresor, está presente en toda la obra de Fassbinder y resulta imprescindible para Ozon; la cadena de equivalencias no se quiebra nunca. El primer amante de Léopold se llama Werner como Fassbinder, la novia de Franz se llama Anna, tal el verdadero nombre de la actriz que protagoniza a Véra, la ex pareja de Léopold, que vuelve porque no logra olvidarlo ni disfrutar sin él. Anna puede ser Véra, de hecho lo será y Véra también fue Anna cuando conoció a Léopold. El juego de espejos, que ilustra las más sórdidas situaciones que atraviesan los personajes cuando se enfrentan a sí mismos, es usado por Ozón aunque sin la complejidad con la que el alemán poblaba sus interiores.
En la filmografía de Fassbinder, algunos actores se personifican a sí mismos: Marlene, la secretaria de Petra Von Kant, es amada y sometida por ésta; cuando Petra le propone intentar una relación de iguales, Marlene no lo tolera y se va, seguramente buscando una relación en donde pueda seguir siendo dominada. Irm Hermann, la actriz que personifica a Marlene representó en otros films este rol, el mismo que jugó en su relación con Fassbinder con quién vivió durante algún tiempo. El Clan Fassbinder creaba un ambiente de desolación permanente al que no llegan los actores de Ozon, quienes se detienen en un registro más lineal, con menos matices.
Ozón recurre a un texto de Heinrich Heine que Franz recita en alemán, para develar tempranamente la tristeza de éste: "No sé por qué / Mi corazón está tan triste / Una vieja historia / Siempre viene a mi cabeza / La brisa enfría, la noche cae /Y el Rhin corre silenciosamente".
El 10 de junio de 1982, a los 36 años moría Rainer Werner Fassbinder legando una vasta filmografía que incluye 43 largometrajes. A 19 años de su desaparición física resulta oportuno y vital este homenaje de François Ozón, porque, como alguna vez dijo otro espíritu inquieto del pasado siglo, el cineasta y pensador italiano Pier Paolo Pasolini: "una vida sólo es descifrable plena y verdaderamente después de la muerte: o ser inmortales e inexpresivos o expresarse y morir".
Patricia Carbonari

viernes, septiembre 07, 2007

El ojo que sabía demasiado

Más allá que las apariencias nos engañen, y nos hagan creer de la existencia de similitudes entre la concepción teórica de Bazin y la producción cinematográfica de Vertov; se podrían establecer entre ellos una relación pseudomórfica basada en el elemento común que sostiene a cada una de las teorías esbosados, que descansan sobre el concepto de la realidad. Siempre y cuando no se pierda de vista que ambas toman a la realidad como factor inherente al fenómeno cinematográfico. No hay que dejar de lado que el término realidad tiene diferentes formas de hacerse patente según sea desde Vertov o Bazin; aunque ninguno de ellos defina qué es la realidad. Sin embargo intentaremos, por medio de un análisis que pretenderá ser profundo dar con lo qué realmente separa a estos dos teóricos. Se cree oportuno tener en cuenta una vez más el concepto de lo pseudomorfo formulado por Tom Gunning, que nos brindará una idea más acabada para explicar del por qué de la vinculación de estos autores: “…En las ciencias naturales existe el concepto de lo pseudomorfo, que se refiere a un fenómeno que se parece a otro fenómeno - mineral o vegetal - sin que estén realmente emparentados. La relación entre un paradigma pseudomórfico y otro auténtico es la de uno falso con su original: un engaño superficial, escondiendo un número de diferencias internas, una atractiva apariencia de afinidad que disimula una discontinuidad básica en género y especie…” (1).
Cabe señalar que Bazin en “Ontología de la imagen fotográfica”, artículo incluido en “¿Qué es el cine? En el que alude a la imagen obtenida por dicho dispositivo como una imagen “objetiva”, una reproducción que no le debe nada al hombre. En cambio Vertov no es que niegue el proceso de mecanización del dispositivo, sino que le atribuye a éste un grado de humanización, de presencia sobrehumana. En relación a ello Deuleze nos dice: “… No es para Vertov que los seres fuesen máquinas, sino que más bien las máquinas tenían corazón, y corrían, temblaban, se sobresaltaban y echaban chispas como también podían hacerlo el hombre, con otros movimientos y bajo otra condiciones, pero siempre en interacción unos con otros…” (2). Con cierto grado de crueldad Bazin privilegia el registro filmográfico como una suerte de documento que tiene mayor importancia y legitimidad que el mismo hombre; por ello prohíbe el montaje a favor de una continuidad, que nos permitirá captar el flujo de realidad a través de la cámara. Por ello Daney nos dice: “…El camareman corre tantos peligros como los soldados cuya muerte está encargado de fotografiar, aunque arriesgue su vida (pero ¡que importa si la película se salva!)…” (3). Vertov a partir del concepto del intervalo no sólo nos ofrece la imagen que da cuenta del registro sino que además nos muestra a través del negativo el “índice” lo que da fe del encuentro entre la cámara y el sujeto, para decirlo con Comolli (4).
Pero la imagen del negativo visto por medio del objetivo de la cámara reafirma la idea del objetivo como un “ojo” que puede ver más que el órgano humano, como también nos muestra que no existe otra realidad más que la captada por la cámara. Se puede inferir de ello que la pantalla es para los espectadores lo que el lente de la cámara es para Vertov, es decir una prolongación perfeccionada del órgano de la visión. En cambio Bazin considera al objetivo no como una prolongación sino como un reemplazo, y por ello nos dice: “… La originalidad de la fotografía con relación a la pintura reside por tanto en su esencial objetividad. Tanto es así que el conjunto de lentes que en la cámara sustituye al ojo humano recibe precisamente el nombre de objetivo…” (5).
Aumont en su libro “Las teorías de los cineastas” , nos advierte de que no debiéramos interpretar al concepto de intervalo en un sentido espacial, sino en uno temporal, que se encuentra estrechamente vinculado con las operaciones de articulación del material fílmico, que tienen lugar en la mesa de montaje. Mediante el concepto de intervalo Vertov pone en evidencia la mediatización existente entre el registro del objeto y su proyección en la pantalla; Vertov nunca nos oculta los mecanismos por lo que él opera no sólo sobre el material; sino también lo hace sobre nuestros mientes. No es casual que nos muestre el negativo de la niña seguido de su proyección a 24 cuadros por segundo. Dicho concepto también se manifiesta en la secuencia en la que se ve al cameraman registrando a un grupo de jóvenes viajando en una calesa. Es justamente en este ejemplo en el que se hace patente para el espectador que lo que está frente a él sería imposible de ver sino fuera que admita en su imaginación la presencia de otra cámara, que registre tanto a los jóvenes como al cameraman. A todo esto Comolli nos dice:”… La secuencia de los jóvenes viajando en calesa es asombrosa…”. Más adelante nos dice:”… por hacernos imaginar esa alocada persecución (definitivamente imposible, por otra parte) de una segunda cámara que a la vez filma a ambos. Lo fuera-de-escena (el equipo que filma lo que veo) se transforma en un fuera-de-campo articulado lógicamente con el campo, por efecto de una operación mental, de una deducción: si veo una cámara en el film, es porque otra la está filmando…” (6). Y a partir de esta frase que las palabras de Aumont cobran sentido que nos dice: “… El ojo, armado de su parte sobrehumana, la cámara, y de su parte humana (la conciencia, el cerebro, el montaje) tiene una labor: producir la ordenación de los cine-hechos (esto es, al fin y al cabo, los hechos sin más) en cine cosa…”(7).
Cabe señalar que el concepto de intervalo no es ni más ni menos que la descripción del fenómeno fílmico; y es a partir de éste con el que Vertov aspira a crear a ese nuevo hombre; mediante una ilusión que al mismo tiempo que se la construye, la desmitifica. Por ello Comolli nos dice:”… El análisis que desata la magia de síntesis del movimiento, es una magia al revés. Como el engaño, deshace al engaño. Aumenta la fuerza de la ilusión cinematográfica al tiempo que parece anularla…” (8).
Bazin apela a una realidad aprensible por el ojo de la cámara, pero sin la mediación del montaje; ya que lo consideraba como un recurso que escamoteaba al espectador un flujo de tiempo continuo, es decir éste pierde la fe ante lo que está en la pantalla. Para Bazin, el realizador debe ser capaz de construir una puesta en escena en la que se pueda mostrar a la totalidad de los elementos que inreactúan en ella. El teórico francés a diferencia de Vertov reclama una realidad sin mediación, sin intervalos.
Otra relación psuedomórfica entre el realizador soviético y el teórico francés, se aprecia en la idea del fenómeno cinematográfico como independiente a las otras artes, como un medio capaz de hacer patente lo real sin artificios. Ambos quieren demostrar esa independencia a pesar de que Bazin se refiera al cine como un arte impuro o que Vertov apele a técnicas propias de otras disciplinas cercanas al cine en sus producciones audiovisuales. Por ello Vertov en lo que podríamos denominar una declaración de principios nos dice: “… A los espectadores. Esta película presenta un experimento de comunicación cinematográfica de elementos visibles. Sin la ayuda de intertítulos. Sin la ayuda de un guión. Una película sin filmaciones en estudios, sin actores. Este trabajo experimental conduce a crear un lenguaje internacional verdadero del cine basado en su total separación del lenguaje del teatro y la literatura…” (9). A lo que Bazin nos agrega: “… Si el cine es un arte de la realidad por mantener una relación de registro con ésta, y su esencia reside allí, el lenguaje cinematográfico no podría ser sino un complemento, hasta un estorbo, que debe estar subordinado a este hecho, ya que el ser del cine reside en la cualidad mecánica de su imagen que puede revelar lo real sin artificios…” (10).
Es justamente ese factor en apariencia unificador es lo que separa a Bazin de Vertov; ya que ambos ven en el cinematógrafo un medio eficaz para realizar un acercamiento a la realidad. Pero Bazin aspira a que ésta sea captada a pesar de la intervención del hombre y en forma total, es decir sin la intervención del montaje. Y Vertov pretenda hacerla aprensible por medio del ojo-cámara, es decir mostrarnos la realidad a través de lo artificial que hay en ella, no para desmentirla sino para potenciarla. La frase de Deleuze nos remita al concepto de los pseudomorfo y nos de una idea que nos explique del por qué de la unión del realizador soviético y el teórico francés:”… El tiempo como intervalo es el presente variable acelerado, y el tiempo como todo es la espiral abierta en los dos extremos, la inmensidad del pasado y del futuro. Infinitamente dilatado, el presente se convertirá justamente en el todo; infinitamente contraído, el todo pasaría al intervalo…” (11).































Notas:

1.Gunning, Tom "An Unseen Energy Swallows Space. The Space in Early Film and Its Relation to American Avant Garde Film”. Pág. 1.

2.Cita extraída del libro La imagen movimiento de Gilles Deuleze. (Pág. 64 – 65).

3.Daney.- “La pantalla fantasmática (Bazin y los animales)”, en “Cine, arte del presente”.Pág. 31.

4.Jean- Louis Comolli.- Filmar para ver. Escritos de teoría y crítica de cine, en “El porvenir del hombre”.Pág.74.

5.Cita extraída del libro ¿Qué es el cine? de Bazin .- en Ontología de la imagen fotográfica. (Pág. 18).

6.Jean- Louis Comolli.- Filmar para ver. Escritos de teoría y crítica de cine, en “El porvenir del hombre”.Pág.76.


7.Cita extraída del libro Las teorías de los cineastas de Aumont (Pág. 81).

8.Jean- Louis Comolli.- Filmar para ver. Escritos de teoría y crítica de cine, en “El porvenir del hombre”.Pág.85.


9. Cita extraída de la revista Km 111 ( Pág.63). Artículo Actual- inactual, el realismo de André Bazin. Un comentario sobre su ontología del cine, por Domin Choi.

10. Cita extraída del film “El hombre de la cámara” de Dziga Vertov.

11. Cita extraída del libro La imagen movimiento de Gilles Deuleze. Pág.55.
























Bibliografía básica:

• Henderson, Brian, "Dos tipos de teoría del cine", en Nichols, Bill, Movies and Methods, Los Angeles-Berkeley, UCLA Press, 1976 (pp. 388-400) (traducción de la cátedra).
• Vertov, Dziga “Del cine-ojo al radio-ojo”, en Romaguera, J. Y Alsina Thevenet —Textos y manifiestos del cine, Madrid, Cátedra, 1993.
• Niney, François “Artavadz Pelechian, la realidad desmontada”, en F. Niney, L’epreuve du réel a l’ecran: essai sur le principe de realité documentaire. Bruselas, De Boeck, 2000 (traducción de la cátedra).
• Villain, Dominique —El montaje. Madrid, Cátedra, 1994.

Bibliografía complementaria:

§ Jean Luois Comolli. “El provenir del hombre”, en “Filmar para ver”.Escritos de teoría y crítica de cine. Comp. La Ferla, Jorge. Ediciones Simurg / Cátedra La Ferla (UBA). Buenos Aires. Año 2002.
§ Domin Choi.- Actual- inactual, el realismo de André Bazin. Un comentario sobre su ontología del cine. Km 111 n°6. Editorial Santiago de Arcos. Buenos Aires. Septiembre 2005.
§ Gunning, Tom "An Unseen Energy Swallows Space. The Space in Early Film and Its Relation to American Avant Garde Film", en Fell, John (ed.) Film Before Griffith, Univ. of California Press, 1983 (pp. 355-366) (traducción de la cátedra).
§ Jacques Aumont. Las teorías de los cineastas. Comunicación 155 Cine. Editorial Paidós. Año 2004.
§ Gilles Deleuze. – La imagen – movimiento. Estudios sobre cine 1. Barcelona, Buenos Aires, Méjico. 1999.
§ Serge Daney.- “La pantalla fantasmática (Bazin y los animales)” en Cine, arte del presente. En Biblioteca Km 111. Saniogo Arcos editores. Buenos Aires. Año 2004.

domingo, junio 10, 2007

Eugene Bavcar o como hacerse vidente de JEAN-CLAUDE LEMAGNY

JEAN-CLAUDE LEMAGNY
Cómo hacerse "vidente"*


Víctor Hugo, al enterarse de la sordera de Beethoven, exclamó: "¡Parece un dios ciego que crea soles!" Lo más admirable no es lograr hacer fotografías a la manera de los videntes. Lo más admirable es enseñarnos lo que puede ser la fotografía de un ciego. El desafío principal no reside en haber vencido la dificultad –por grande que ésta sea–, el mérito está en revelarnos un universo visual nacido de la noche. Esta obra suscita una correspondencia. Por un lado, hace mucho tiempo que Bavcar no tiene acceso a nuestro entorno de luz y de formas. Pero de nuestro lado, frente a sus obras, nos volvemos al fin capaces de conocer un universo desconocido y, sin embargo, presente. Quiero subrayar que si hablamos de un arte de lo visual, como la fotografía, de lo único que se trata es de ver y estrictamente de ver. Todos los artistas auténticos lo saben. "Para ver no hace falta saber nada, excepto saber ver", decía Wols. Pero no nos desviemos. Nunca he comprendido los discursos que pretenden discernir detrás de las obras de arte no sé qué de invisible, filosófico, religioso, moral y yo qué sé más... Son comentarios al margen y desatienden el problema. No tienen nada que hacer en nuestra reflexión sobre lo visual en tanto que visual. Lo visual no tiene fin, y sin embargo se basta a sí mismo. No requiere de mitologías postizas ni de virtudes ocultas. Con Eugene Bavcar de lo que se trata es precisamente de ver. La dificultad se halla en encarar de frente la realidad de su ceguera. No hay que eludirla. La solución –si no es una palabra indecente– consiste en comprender que ver no es algo que se reduce únicamente al sentido que le da provisionalmente nuestro pensamiento ordinario, vago y descuidado.
Parto de dos puntos de vista. Primero, que la fotografía –a pesar de las apariencias– es un arte plástico; y que todo arte plástico es, originalmente, incluso antes de ser un arte de la vista, un arte del tacto. Luego, que la fotografía es un arte que establece una continuidad directa con el imaginario en tanto que aspecto fundamental de nuestra vida interior.
Desde ambos puntos de vista, Eugene Bavcar llega desfavorecido aunque no desarmado. Si somos sensibles a sus obras es porque tenemos algo en común con él; y porque ha sabido conquistar, cultivar, dominar realidades físicas y espirituales que también nos constituyen, pero que no sabemos explorar y cultivar tan bien como él.
El ciego vive en la intimidad de lo táctil y lo espacial. Estas formas visuales, que definen nuestra principal relación con lo real, ya no son, para el ciego, más que tacto y distancia; y finalmente sólo tacto, ya que la distancia no es sino lo que recorre tocando. Incluso el sonido, otra de las cosas que tenemos en común. El ciego sabe localizarlo mejor que nosotros, según su lejanía y su dirección. Sabemos que para el ciego que recobra la vista, la mirada no aporta al principio más que una fantasmagoría absurda, donde todo debe ser interpretado y puesto en su lugar. Al principio, la vista lo separa más de lo que lo une a lo que conoce. Y conoce mucho, no sólo porque sabe de las cosas a pesar de su impedimento, sino porque tiene un conocimiento de ellas, en muchos aspectos, más íntimo, cercano y concreto. Lo suave, lo duro, lo blando, lo rugoso son para él presencias diferentes y más intensas que para nosotros, presencias que no sentimos como prolongación ocasional o distraída de nuestras miradas rápidas y resbaladizas. El enamorado no busca más que tocar, pero bien pronto se da cuenta que debe aprender.
El ciego sabe hacer hablar la tactilidad de las cosas. Acomoda los mensajes que vienen de sus dedos en un universo casi tan lleno de presencias como el nuestro. Lo hace dentro de ciertos límites. Pero nosotros mismos, después de todo, ¡no nos las arreglamos tan mal a través de esas ilusiones ópticas que nos rodean en todas partes! Pues la vista, esa incomparable apertura a la verdad de las cosas, es también, entre todos los sentidos, el más lleno de embustes y de falsas apariencias. Sabemos cuántos siglos han tenido que pasar para que el arte confiese (a sí mismo) que lo que vemos casi no corresponde a lo que sabemos; y además para que haya decidido mostrarlo. Mostrar por qué ese personaje ubicado ahí, y del cual sé que es tan grande como yo, se me aparece disminuido. En el Renacimiento, la destreza manual del artista tuvo que conjugarse con los cálculos del sabio para establecer ese modelo racional del espacio que nos propone la perspectiva; un modelo que seguirá siendo de alguna manera equívoco. El tacto, en cambio, no miente. Al menos mientras no se le someta a interpretaciones temerarias. Lo que transmite sí está ahí. No nos informa de-masiado, se concentra en superficies cercanas y restringidas, pero lo que sabe lo sabe perfectamente bien. Cuando vemos a Bavcar explorar con sus dedos las superficies de una escultura, metódicamente, centímetro cuadrado a centímetro cuadrado, sabemos que –gracias también a la memoria entrenada de los ciegos– el fotógrafo tiene sin duda un conocimiento de ella más exacto, completo y preciso que nosotros que miramos con nuestros ojos. Sabemos, por lo demás, que los ciegos pueden ser excelentes escultores y excelentes músicos. Pero Bavcar es un fotógrafo. La fotografía es por excelencia el arte de la vista. Más allá de todos los sustitutos, todos los equivalentes, todas las virtudes, llega el momento en que hay que franquear lo infranqueable. La vista se compensa, a veces de manera sorprendente; no se reemplaza. Ahora bien, sin ese estúpido accidente –si se permite suponer– Bavcar se habría vuelto sin duda escritor, quizá pintor, pero probablemente no fotógrafo.
Privado de la vista, Bavcar sabe muy bien qué es lo visual. Incluso tiene acceso a ello con una pureza que nos falta. Para nosotros, videntes, aquello que vemos difícilmente es separable de lo que pensamos. Pero lo que le interesa al artista es lo visual en tanto que visual, y nada más. No hay que dejar de repetirlo. Bavcar puede prescindir de esas mezclas impuras que nos imponen las miradas orientadas constantemente por la utilidad y el razonamiento. No ve las formas; las toca, las imagina, y nada más.
Si la ceguera se considera como el prototipo de la desgracia, no es sólo porque la vista sea el más útil de los cinco sentidos, sino porque es, en el corazón de nuestro pensamiento, lo que mejor simboliza la experiencia que tenemos del mundo. En muchas lenguas "ver" significa algo así como "comprender". Ningún sentido puede reducirse a otro sentido, pero todos encuentran en la vista una especie de modelo ideal de lo que debe ser un sentido eficaz y preciso.
Y sin embargo, la vista es el sentido más contaminado de todos. Le atribuimos responsabilidades que en el fondo no tiene, pero que termina por asumir de tanto suponer que su relación con el pensamiento es continua, enredada y engañosa. Esto va desde la ilusión grosera y la impropiedad del lenguaje hasta las efusiones más sublimes de lo místico. "He visto algunas veces lo que el hombre ha creído ver", nos dice Rimbaud desde el barco alucinado. Y ese barco, ¿qué es sino el hombre mismo arrojado más allá de lo humano? Entre esos extremos, en lo ordinario de nuestra vida, la vista está inextricablemente ligada a todas nuestras opiniones, nuestros prejuicios y nuestras distracciones. Y el artista siempre se enfrenta a la tentación de abandonar su difícil búsqueda de una verdad del mundo, y de dejar llevarse por el camino fácil para caer en la anécdota, la confidencia, la política, en todo aquello de lo que va a hablar, por pereza o mediocridad, la crítica mala.
Afortunado el ciego –a pesar de su desgracia– que está eximido de esas distracciones, de esos "divertimientos" (en el sentido de Pascal). Ese "ver" al cual no tiene acceso, que experimenta como una carencia, lo conoce solamente como trágico. Mejor que nadie, quizá, puede comprender lo que se ha dicho de Víctor Hugo: "el acto mismo de ver tenía (para él) algo de aterrador". El ciego no puede hacer nada con las pequeñeces en que se compromete la mirada en la vida corriente, no puede sino continuar en línea recta hacia la más alta interrogante que nos plantea la dimensión luminosa del mundo.
"¡Hay que hacerse vidente!" Estoy seguro que la exhortación de Arthur Rimbaud fue recibida por Eugene Bavcar no con desesperación sino como un desafío. Para él la palabra "vidente" irradia, aun si su centro permanece oscuro.
El ciego es aquel que, al no poder mirar, no puede sino tocar. Y la fotografía es el arte que no toca nada, sino que deja ser a distancia. Todas las artes que llamamos plásticas tienen una relación más o menos lejana pero siempre original con el modelaje, por lo tanto con el tacto. Bavcar sólo puede conocer lo que quiere fotografiar yendo a tocarlo. Su trayecto inevitable hace que se encuentren dos actitudes radicalmente diferentes: por un lado, el gesto del escultor que sabe y siente el volumen bajo sus dedos; por el otro, el disparo del fotógrafo que está separado de su objeto por la invisible pero infranqueable distancia que impone la óptica. En realidad, la cámara de la cual Bavcar debería servirse sería una cámara palpadora. Como no posee ese objeto imposible, separa la operación en dos tiempos: ir a sentir la forma y luego registrar la luz que le devuelve.
El trabajo de Bavcar nos enseña algo a quienes no estábamos dispuestos a creer. Y es que en el fondo, la fotografía es también un arte plástico. Lo que está aquí adelante, así sea de manera indirecta, es precisamente la forma en el espacio. La luz, en última instancia, no está ahí sino para hacerla aparecer. La tensión que anima la operación fotográfica se dirige hacia esos relieves que componen la objetividad material de las cosas. En el fondo de todo arte plástico se halla la escultura, en el fondo de la fotografía también. Tenemos ahí una razón seria para estimar que la fotografía es un arte y, más precisamente, un arte plástico. Participa de un mundo que se siente y se piensa por completo como una serie de variaciones en la densidad de la extensión, incluso cuando escapa a la vista. Al enlazar dos extremos, Bavcar demuestra que la fotografía erige un puente entre lo sólido y lo impalpable. Se sirve de la luz para cifrar la materia.
La obra de Bavcar nos hace volver a esa verdad fisiológica de que el sentido de la vista es una modificación local del sentido del tacto. Un pedazo de piel que se ha vuelto sensible a la luz. El ciego que ha recobrado la vista comienza sintiendo que los objetos le raspan en el fondo del ojo. En este contacto inicial el hombre reencuentra su complicidad con la realidad. Es un contacto que está en el origen de todo pensamiento auténtico. "Nada es más profundo que la piel", decía Friedrich Nietzsche.
En la medida en que todo arte es también meditación sobre su propio medio, el fotógrafo interroga la luz. Bavcar no está privado de la verdad de las cosas, sino de la presencia de su verdadera herramienta, que no es la cámara sino la luz. Como un escultor que no pudiera nunca coger ni un cincel ni un martillo. Pero forza y sobrepasa la dificultad gracias a sus haces eléctricos y sus antorchas de papel de plata con las cuales raya la negrura del espacio, después de haber hecho la noche, reubicándonos a todos en una condición común. De ahí que se pueda decir que pinta y dibuja con la luz.
Hay que admitir que la plástica, el tocar los volúmenes, está lejos de ser todo. A veces quisiera reducir el arte a la mera búsqueda del ritmo de las formas materiales en el espacio. Batalla incansablemente por el formalismo como justa doctrina estética. El resto es abuso de lenguaje. Pero estoy obligado a constatar la presencia en el arte de otra dimensión irreductible, que yo llamaría poesía, o quizá imaginario, o quizá sueño. Está presente en toda obra y apenas puede concebirse si no es traída por la luz.
No puedo sino admirar la verdad de esta frase de Gaston Bachelard: "Quería ver, y sólo ver, testigo altivo de un universo donde el hombre es extranjero. Y ahí lo tienes soñando..." La imaginación no es una desviación de la vista, como dice Bachelard, ni una excepción aberrante de la visión; por el contrario, la imaginación es una condición previa a toda visión. Si no fuéramos capaces primero de imaginar no seríamos ni siquiera capaces de ver. Hay que tomar con Bachelard al pie de la letra la verdad de que "la imagen está antes que el pensamiento", y que: "la relación entre una imagen poética nueva y un arquetipo que duerme en el fondo del inconsciente no es causal. La imagen poética no está sometida a una pulsión. No es el eco de un pasado. Es más bien a la inversa: por el destello de una imagen el pasado lejano resuena de ecos. En su novedad, en su actividad, la imagen poética tiene un ser propio, un dinamismo propio. Es constancia de una ontología directa."
El ciego, que no ve imágenes, tiene sin duda un imaginario. No percibe nada de lo visible exterior pero lleva en sí mismo uno de los dos orígenes de todo lo visible: la imaginación. Y, en última instancia, si el origen mismo de ese brote interno le está vedado, lo real, que se manifiesta en nuestros ojos, permanece también, incluso para el vidente, igualmente incognoscible.
Al llegar al encuentro de sensaciones táctiles, la vida del imaginario queda absorbida en la creación del ciego. Es un dominio tan huidizo y volátil como estable y sólido es el del tacto. ¿Son aquellos que ven, en verdad más privilegiados que los ciegos? Sin duda, los videntes pueden alimentar y renovar su imaginación con todo lo que ven, y eso es inmenso. Sin embargo no saben mirar bien las imágenes que danzan en la pantalla de su mente. Aquí hay que distinguir entre dos formas de ima-ginación. Por un lado, cuando cerramos los ojos, seguimos viendo un derroche de cosas. Esa pantalla negra o lechosa es recorrida en todos los sentidos por formas caprichosas, zigzags, estrellas, torbellinos que desaparecen tan pronto han aparecido, pero que se convierten, a veces, en fuegos artificiales, in-cluso en cuerpos y objetos de apariencia dura que, a lo largo de nuestros insomnios, no nos dejan en paz y pueden incluso transformarse en alucinaciones delirantes. Es entonces cuando se revela el poder interior de una pulsión visual que no le debe nada a lo que vemos, sino a lo que hemos visto. Yo no sé lo que pasa con (en) los ciegos. ¿Quizá esas fantasmagorías de una falsa mirada suponen un nervio óptico en plena marcha? En todo caso –frente a ciertas imágenes de Eugene Bavcar– creo a veces reconocer el espectro de esos fantasmas saltarines de ciertas aves que atraviesan el cielo como relámpagos vivos.
Pero el principal poder de nuestra imaginación no está ahí. Es el "gran palacio de nuestra memoria" (San Agustín) o "el edificio inmenso del recuerdo" (Marcel Proust). También puede construirse en mundos interiores presentes, a veces inverosímiles, y sin embargo mucho más importantes para el artista que la triste realidad. Es el inicio de toda creación, o un refugio fuera del cual la vida nos sería insoportable. Por lo demás, apenas sabemos dónde empieza y dónde acaba, pues si bien se alimenta de la experiencia exterior, también (nos) informa desde el interior. Y sin este pensamiento interior en imágenes no podríamos, aun con buenos ojos, ver nada ni saber nada.
El universo de las imágenes mentales es tan paradójico que puede prestarse a las teorías más opuestas. La imagen mental ha podido ser negada puesto que cada vez que tratamos de mirarla de frente, de examinarla, se aleja. En ese momento no podemos siquiera decir que se desvanece como una aparición frágil: confiesa inmediatamente su nada. Por otro lado, puede presentarse con tanta fuerza, peso y densidad que el filósofo se interroga y se pregunta si, engañados como vivimos en este mundo por no sé qué "astuto genio", no sería esa la única y auténtica realidad. Todo creador va de lo invisible a lo visible. Allá donde ha ido para volver hacia ese visible que es la obra, es un mundo misterioso, incluso para él y por completo para los demás a quienes por cierto no les incumbe. Allá donde él ha ido, no ha ido nadie jamás. Bavcar nos hace disfrutar de mundos visibles, pero él permanece en su mundo invisible. Frente al rostro de ese señor amable no podemos evitar la inquietud de saber hasta qué punto nos da a ver lo que ha visto en el interior de sí mismo. Quizá no. Quizá exista allá atrás, en su noche, otra creación, que nos será desconocida para siempre, invisible. Creo que Bavcar pensaría que este discurso es vano. Lo que le interesa es hacer una obra de arte, es decir, concreta y abierta hacia el otro. La palabra y la amistad le permiten tener ecos de ella, e incluso sentir con nosotros, recopilando información, cualidades que escapan a toda descripción.
Su apuesta –lo sabemos bien– no es lograr una proeza como la del manco que pinta tarjetas postales con un pincel entre los dientes. Sabe que atraerá siempre cierta curiosidad. Es su lado "exótico", como él dice, con palabras llenas de humor y de pudor. Pero el diálogo que establecemos con él y su obra se halla en un nivel diferente. Lo que nos revelan sus fotografías no es, en primera instancia, una forma fresca y nueva de ver las cosas como lo hacen tantos buenos fotógrafos. Sus fotografías son ante todo fotografías de un ciego, venidas de otro mundo, donde las cosas aparecen de un modo distinto, donde las luces en especial viven su propia vida en el espacio, y donde la sombra parece tener su propia fecundidad, como la tierra. Sombra y luz se abandonan ahí a danzas donde cada una conserva su libertad y su iniciativa, liberadas de esa coreografía común a la cual se les sujeta tradicionalmente. Ya no son hermanas siamesas, sino que dirigen un ballet en donde se apartan y se reencuentran al ritmo de su espontaneidad. A la vez inquietantes y alegres, estas imágenes, al contrario de las otras, surgen primero del imaginario para luego pegarse a (frotarse con y colgarse de) los encuentros de la realidad. El artista vidente cambia esta realidad. En él las imágenes nacen del sueño y continúan perteneciendo a su reino. Bavcar somete a la prueba de la realidad aquello que imagina. Al igual que cualquier artista, no está ahí para hacernos confidencias. Fabrica fotos, objetos para la vista. Por generosidad las aprovecha menos que nosotros, aun si ese trabajo lo ayuda a vivir entre los demás. Sus idas y venidas entre lo más secreto de su mundo interior –ese imaginario que es la fuente del pensamiento– guiadas por el más sensual, el más superficial de todos los sentidos: el tacto, le permiten realizar obras extrañas y bellas, que nos enseñan a todos que la fraternidad se extiende más lejos de lo que habíamos creído.
________________* Palabras pronunciadas en el coloquio internacional "Vista, ceguera, invisibilidad", organizado por la Maestría en Semiótica de la Universidad Anáhuac y el Centro de la Imagen en septiembre de 1999.
Traducción: Claudia Itzkowich Schnadower

Jean-Claude Lemagny, "Cómo hacerse "vidente"", Fractal n° 15, octubre-diciembre, 1999, año 4, volumen IV, pp. 145-154.

Una experiencia cinematográfica contada por Satre

"... El espectáculo había comenzado. Seguíamos a la acomodadora tropezando, y yo me sentía clandestino. Un haz de luz blanca atravesaba la sala por encima de nuestras cabezas, y se veía bailar en él el polvo y el humo; un piano relinchaba, unas peras violetas estaban encendidas en las paredes, el olor acre de un desinfectante me atacaba la garganta. El olor y las frutas de aquella noche mal hidratada se confundían en mí: yo me comía las lámparas de auxilio, me llenaba con su gusto acidulado. Tropezaba con la espalda contra sus rodillas, me sentaba en un asiento chirriante, mi madre deslizaba una manta doblada debajo de mis nalgas, para ponerme más alto, por fin miraba la pantalla, descubría una tiza fluorescente, unos paisajes parpadeantes rayos por la lluvias; llovía siempre, aunque hiciese un sol espléndido, aunque fuese dentro de las casas; a veces atravesaba el salón de una baronesa un asteroide echando fuego, sin que ella pareciera extrañarse. Me gustaba esa lluvia, esa inquietud constante que aparecía en la pared...".

Las Palabras de Jean Paul Sartre.

viernes, junio 08, 2007

Espacio cinematográfico y puesta en escena.

Espacio - tiempo
Pensar al espacio cinematográfico como un equivalente del espacio real o concreto, en el que tiene lugar aquello que la cámara registra nos remite al concepto de lo pseudomorfo expuesto en el texto de Tom Gunning que nos dice: “…En las ciencias naturales existe el concepto de lo pseudomorfo, que se refiere a un fenómeno que se parece a otro fenómeno - mineral o vegetal - sin que estén realmente emparentados. La relación entre un paradigma pseudomórfico y otro auténtico es la de uno falso con su original: un engaño superficial, escondiendo un número de diferencias internas, una atractiva apariencia de afinidad que disimula una discontinuidad básica en género y especie…” (1). A todo esto el realizador y teórico francés Jean Epstein nos dice: “… el cine nos hace manifiesta la relatividad general de las nociones de espacio. Sea cual fuere, el espacio no tiene ninguna realidad absoluta; es una convención demarcatoria, más o menos precisa o cómoda, según las condiciones de la visión, ya del ojo, ya del objetivo y que depende además de la habilidad y de las costumbres del espíritu que se sirve de él…” (2).
Detrás de esos objetos y lugares identificables para el espectador hay una estructura imaginaría, creada por el realizador. Pero dicha imaginería espacial no está escindida del tiempo sino que por lo contraria es gracias al él podemos establecer las coordenadas que nos guiarán durante el film, para decirlo con Epstein: “… El film no puede representar el volumen espacial, abstraída de toda medida temporal…” (3).
Méliès en su cortometraje The hilarius posters (Los afiches se divierten) juega con la ambigüedad existente entre el espacio real y el imaginario; valiéndose de la percepción de los espectadores y como lo hace también con la de los personajes que representan la autoridad y que deben cumplir con la función de mantener el orden. Es justamente el orden lo que se pierde, debido a que los supuestos inanimados personajes del afiche además de cobrar vida convirtiéndose en actores de carne y hueso, desbordan los límites que corresponden al mismo. Sin embargo lo impresionante de esta obra audiovisual es la utilización del fuera de campo. Dicho recurso le permitió al realizador traspasar las fronteras mostrando el detrás del decorado (afiche) del mismo modo que los personajes se emanciparon de éste. De esta manera el director nos pone en frente con lo que hasta ese momento era un fuera de campo imaginario convirtiéndolo en uno concreto.
Al mismo tiempo rompe con una puesta de escena que el cine había heredado del teatro; el realizador francés Jean Epstein en relación a esto nos dice: “… Por tanto, podemos afirmar que el teatro solo admite una dramaturgia plana, mientras el cine hace factible una dramaturgia en el espacio…” (4).
En el ejemplo de Dr. Jekyll and Mr. Hyde (El hombre y el monstruo) hay por parte del realizador una propuesta que pretende no encerrase en por los límites que presentan la locación, el director recorre el espacio con la cámara; la misma no sólo representa a la mirada del personaje principal, sino que también la del espectador; por lo que la cámara funcionaría como una extensión de la mirada del espectador. Mamoulian del mismo modo que Méliès se sirve del fuera de campo, pero en este caso en particular lo que logra el director es poner en juego a los espectadores no ya como voyeurs pasivos. Por ello cobra importancia la decisión de Mamoulian de mostrarnos el rostro del personaje por medio del reflejo en un espejo.
Cabe destacar que en el fragmento de Dr. Jekyll and Mr. Hyde se vislumbra una de las temáticas que se repite en otros films del corpus audiovisual seleccionado, y la misma representa la lucha del hombre contra la naturaleza (Napoleón); y en el caso particular de la película de Mamoulian que hace hincapié la ambición del ser humano por dominarla y modificarla con la finalidad de perfeccionarla, de corregirla. Tal vez por ello, Epstein cree en las posibilidades que el dispositivo posee para explorar la verdad humana, y nos dice: “… Un objetivo y un micrófono que pueden acercarse a un rostro hasta su menor vibración, su más leve murmullo, están capacitados y, por lo tanto obligados, a la descripción de los dramas muy íntimos y de una minuciosa verdad humana…” (5).
En cuanto fragmento del film Napoleón dirigido por Abel Gance nos remite a la frase de Alexandre Astruc que dice: “Un realizador debe ser algo pintor, algo novelista, algo músico – y luego ser cineasta.” Es indudable que algo de todo eso hay en Abel Gance, en dicho fragmento se puede admirar como impuso un ritmo a la escena por medio de la relación de los movimientos de los personajes con planos de un mar embravecido. Raymond Bellour retrata este concepto del siguiente modo: “… El análisis perfectamente riguroso de un film demandaría de esa manera el establecimiento de un cruzamiento lógico que organizaría los ritmos, los sistemas de valores escalonados, las asociaciones de movimientos, las repeticiones, las cadencias, y relacionaría de ese modo el espacio-tiempo del relato con su espacio músico-pictórico, en una reversibilidad donde el espectáculo cinematográfico encuentra su verdad más profunda y secreta… “(6).
En el film de “Citizen Kane” (El ciudadano) se centra también en el tema de la violencia que se manifiesta en el mundo que el protagonista creó para sí. Un espacio de una inmensidad tal que lo hace inhabitable para cualquier ser humano. Orson Wells gráfica este concepto a través del contraste que genera lo descomunal de su palacio con la bola de cristal que tiene es su mano.
Es peculiar la forma en que Orson Wells a través de términos espaciales traduce una secuencia temporal. Para hacerlo más gráfico voy a remitirme a una parte del fragmento 1 de “Citizen Kane” (El ciudadano); en el que se ve a Kane observando una fotografía en la que posaban los periodistas más prestigiosos del momento, a los que él quería para que formasen parte de su equipo de redacción. Luego la cámara se aproxima a la fotografía y con un fundido nos introduce en el espacio de aquella imagen estática, pero que cobra dinamismo con la presencia de Kane que camina en sentido diagonal hacia el lugar en el que se encuentran los periodistas para formar parte de la foto. El cine y la fotografía tienen puntos en común y son sus diferencias, las que nos llevan a pensar en la definición de pseumorfo.
En el cortometraje Explosion of a motor car (Explosión de un carro) de la Escuela de Brighton se establecen parámetros en relación al ritmo y al movimiento de los personajes. El primero queda establecido por la utilización de una música incidental y el segundo por las diagonales recorridas por personajes y objetos. En este fragmento se observa una utilización del fuera de campo como un espacio de descomposición, en el sentido literal de la palabra, ya que vemos los restos que caen provenientes del marco superior-derecho de la imagen luego de la explosión.
En conclusión me parece interesante terminar con una frase de Epstien que refleja de forma acabada el concepto de lo pseudomorfo: “… No vemos el cuadrado de una acción con nuestra única mirada gemela, sino con una multiplicidad de ojos que se diría provisto de toda clase de lentes y anteojos y que lleváramos, algunas veces a la altura de las rodillas o en las punta de los dedos, otras, muy encima de la cabeza. Visión de seguro mucho más complicada que la de los ojos con facetas de los insectos…” (7).




Notas:

Epstein, Jean, “La esencia del cine”. Pág. 128
Gunning, Tom "An Unseen Energy Swallows Space. The Space in Early Film and Its Relation to American Avant Garde Film”. Pág. 1.
Epstein, Jean, “La esencia del cine”. Pág. 129.
Ídem. Pág. 125.
Ídem. Pág. 125.
Bellour, Raymond, "Sur l'espace cinématographique". Pág. 3.
Epstein, Jean, “La esencia del cine”. Pág. 126


Material filmográfico a analizar:

· Explosion of a motor car (Explosión de un carro),1900, escuela de Brighton
·The hilarius posters (Los afiches se divierten), 1906, Georges Méliès.
· Napoleón, 1927, Abel Gance (frag).
·Dr. Jekyll and Mr. Hyde (El hombre y el monstruo), 1932, Rouben Mamoulian (frag.)
·Citizen Kane (El ciudadano), 1940, Orson Welles (frag.)

Material bibliográfico de referencia :

• Bellour, Raymond, "Sur l'espace cinématographique", en Bellour, R., L'analyse du film, Paris, Ed. Albatros, 1979 (traducción de la cátedra).
• Gunning, Tom "An Unseen Energy Swallows Space. The Space in Early Film and Its Relation to American Avant Garde Film", en Fell, John (ed.) Film Before Griffith, Univ. of California Press, 1983 (pp. 355-366) (traducción de la cátedra).
• Villain, Dominique "Composición, descomposición", en Villain, D., El encuadre, Barcelona Paidós, 1997 (pp.111-130)

Material bibliográfico adicional :

Epstein, Jean, “ La esencia del cine”, Ediciones Galeta Nueva Visión, 1957

sábado, marzo 10, 2007

El cine digital

“… Lo mejor que se puede hacer es separar hasta tal punto el artista de su obra que no se lo tome aquél con igual seriedad que a ésta. En última instancia, él es tan sólo la condición preliminar de su obra, el seno materno, el terreno, a veces el abono y el estiércol sobre el cual y del cual crece aquélla…”.

Friederich Nieztzsche, Genealogía de la moral.



I. ¿Qué es la obra de arte?


“… El artista es el origen de la obra. La obra de arte es el origen del artista. Ninguno es sin el otro. Sin embargo, ninguno de los dos es por sí solo sostén del otro, pues el artista y la obra son cada uno en sí y en su recíproca relación, por virtud de un tercero, que es lo primordial, a saber, el arte, cual el artista y la obra deben su nombre…” (1).

Heidegger comienza su búsqueda de lo que es la obra de arte, a partir de lo que ella no es. Y por ello, el filosofo alemán despoja a la obra de su sustancia material, aquello a lo que él denomina lo cósico, es decir lo que tiene de cosa la cosa. El ejemplo del cuadro de Van Gogh, “Los zapatos del labriego”, nos pone delante de un ente, de un objeto material, que posee una determinada forma; y que por ello tienen una utilidad. A todo esto, el filosofo alemán nos dice:”… El ser del útil en cuanto tal consiste en servir para algo…” (2).

Ahora bien, qué es lo que hace que una obra de arte no sea una mera confección y si algo bello, el autor de “Arte y poesía” lo explica del siguiente modo: “… El útil, por ejemplo el zapato, yace como acabado, también en sí como la mera cosa, pero no tiene lo espontáneo del bloque de granito. Por otro lado el útil muestra un parentesco con la obra de arte, en tanto que es creada por la mano del hombre…” (3).

Sin embargo en el cuadro no se percibe todo aquello; por que no podemos ver las huellas que hacen de ese par de zapatos un útil ni una cosa; debido a que él o la campesina para quien fueron confeccionados no están, como tampoco existen indicios de una tierra labrada. Pero, sin embargo ésas cosas están presentes por el hecho que la obra hace patente lo que Hidegger llama la verdad del ente, nos desoculta, corre el velo de las apariencias resguardadas por la materia y por la forma, para poder dar con la verdad. Cabe destacar que esta verdad no se da por la correspondencia con un objeto real, existente; sino porque logra dar con lo general, con la esencia. Como diría el filosofo alemán: “… La obra de arte nos hizo saber lo que es en verdad el zapato…” (4).

II. ¿Es un arte el cine digital?

“... Casi todas las culturas han asociado números con síntomas o los han considerados agentes del destino humano…”
Alejandra Figliola - Gerardo Yoel.

“… el arte, del lado de lo no conocible, porque el arte era aquello que trataba de darle una forma a lo no conocible…”.
Alain Badiou.

“... ¿que si la fotografía es un arte? Claro que lo es. ¿Acaso se discute si la litografía, el grabado o el aguafuerte son expresiones, vehículos del arte? Lo que se podría discutir es si el hombre, el grabador, el agufuerista o el fotógrafo son artistas, y esto es ya un tema que entre en una esfera completamente ajena y desligada la pregunta al concepto que se plantea. Dudar de que se pueda hacer con nuevos medios expresivos una creación de valor es un exabrupto. Si la obra de arte está lograda, eso es lo esencial. ¿Acaso alguien se pregunta, o importa, hoy en día si el Ulises de Joyce fue escrito a máquina o a mano, o si en la orquestación de la música de Honneger se utilizó el viejo clavicordio de Bach? Es querer reducir el valor del acierto únicamente a las viejas fórmulas puristas, condenando a priori cualquier inesperado aparejo que surja en la búsqueda de la superación…” (5).

Ahora bien según Adolfo Boulton, para decir que el cine digital es una arte tan sólo debiéramos reemplazar un término por otro, pongamos al cine digital en el lugar de la fotografía, y el problema estaría resuelto. Y sin embargo todavía nos genera un grado de incertidumbre la afirmación expresada en las últimas líneas. Sobre todo si tenemos en cuenta que el cine como campo artístico no tuvo un desarrollo paralelo con las tecnologías, en él empleadas; y esto se hace más evidente aún debido a que el cine de nuestros días muestra una considerable superación no tanto en las formas, sino en el cómo son éstas utilizadas. Philippe Dubois a todo esto nos agrega: “… Aunque la expresión nuevas tecnologías aplicada al campo de las imágenes nos remite globalmente en nuestros días a los útiles técnicos surgidos de la informática que permiten la fabricación de objetos visuales, resulta evidente que desde un perspectiva histórica elemental, no podemos sino admitir que no ha sido necesario esperar la aparición de las computadoras o de lo numérico para crear imágenes a partir de bases tecnológicas…” (6). Prueba de ello eran las consideraciones de Pitágoras, que sostenía que todos los elementos pertenecientes al mundo se encontraban regidos bajo una misma lógica; de allí parte también la concepción de la proporción áurea como la medida de todo lo que es bello. Aristóteles en relación a esto enuncia en su Metafísica: “… los elementos de los números eran la esencia de todas las cosas y que los cielos eran armonía y numero…” (7).

Pero para relacionar los conceptos de Heidegger con el cine digital deberíamos antes hacer algunas consideraciones como ser ¿Qué tiene de cosa el cine digital, en otras palabras qué es lo que le da sustancia, cuál es su materialidad? Para luego si intentar correr el velo y hallar su esencia. Pero hete aquí que justamente esa pregunta la que nos pone en aprietos.
La imagen que se encuentra frente a nosotros sólo existe cuando ésta es proyectada sobre una pantalla o cuando la vemos en un monitor; pero no presenta evidencia alguna de su existencia al no ser proyectado o debidamente codificada. Es diferente el caso del cine analógico en el que si existen huellas que den fe del encuentro entre la cámara, un sujeto y un escenario. Y para comprobarlo no es necesario que sea proyectado, debido a que el negativo es el documento que convalida dicho encuentro. Además el negativo puede dar a primera vista, y, sin necesidad de la intermediación de ningún dispositivo tecnológico, la información o el contenido que en el mismo hay. Para decirlo con Alejandra Figliola y Gerardo Yoel: “… La computadora no necesita del afuera, lo exterior colapsa en el interior de ella y la realidad pasa a ser virtual…“ (8). Más adelante nos dicen:”… En la pintura hay grosor, una textura resulta del lienzo y de los óleos o materiales utilizados y producir un objeto espeso, rugoso y táctil. La fotografía “alisa” la materia – imagen, aplanándola totalmente. Sin embargo, podemos tomar una foto es un objeto concreto y tangible. El cine es un acto de percepción que se basa en la mirada y usa mecanismos como la persistencia retiniana para producir la ilusión de movimiento. La pantalla es su soporte, su único vínculo material con el espectador. Probablemente, en el contrato actual del espectador cinematográfico queda algún residuo de aquella mirada de nuestros antepasados prehistóricos, cuando imaginaban las manadas cruzando por las paredes de sus cuevas. Con la imagen televisiva, el proceso de desmaterialización se acentúa; en particular, la televisión en directo produce una imagen que es transmitida, que viaja, que circula, un constante presente que se desvanece instante a instante. En el video, esa imagen es grabada, configurada y modificada por los circuitos electrónicos que lo constituyen. ¿Qué es exactamente una imagen electrónica? Es varias cosas, pero nunca realmente una imagen…” (9).

Heidegger al preguntarse sobre la obra de arte, hace hincapié en el vínculo obra – artista, dejando a un lado al que contempla la obra, quien cierra la relación y constituye una de las partes fundamentales del “arte”. Particularmente la experiencia del espectador de cine necesita para creer en ella negarle su condición de imagen; que en otras palabras sería rechazar al haz de luz que a pesar de su intangibilidad, es la única prueba que física de su existencia. Queda claro que el cine a diferencia de las otras artes, es la que deja al dispositivo más desprotegido; y a pesar de ello, es capaz de generar en el espectador un cierto grado de misticismo. A todo esto Comolli nos dice: “… El deseo del espectador es el de ser engañado, enceguecido sobre su propia situación, sobre el funcionamiento de lo que lo hace gozar…” (10). Más adelante nos dice: “… Yo sé que estoy en el cine y que soy espectador pero de todos modos lo olvido para creer en la representación, para inyectarle su carga de realidad, su intensidad de experiencia vivida. Mi petición de fe, mi deseo de creer no sería lo suficientemente poderosos si no se aferran a esa negativa primera. Es porque (provisoriamente, durante el tiempo de la representación) rechazo la conciencia de mi lugar, mi mirada como conciencia, por lo que gozar de la confusión sostenida del mundo y de la obra, de la cosa y su imagen…” (11). El teórico francés nos dice en relación de la experiencia del espectador que se enfrenta con las imágenes síntesis: “… A la inversa, el espectador que soy, ve perfectamente que la escena que se produce ante mí en imágenes de síntesis es un producto nacido ya en la pantalla. Imagen de imagen. Veo que se trata de la representación de un intercambio no consumado…”. “… la creencia del espectador sería doble: creer y no creer en el mundo filmado, desear creer que es exactamente el mundo lo que garantiza al film y no el film lo que garantiza el mundo…” (12).

En conclusión el cine digital libera al realizador a y su obra de lo material; pero, sin embargo esto nos los constituye a uno como creador y al otro como obra artística; ya que esto significaría que toda imagen o creación hecha con medios digitales sea en sí misma una obra de arte. Por ello Alain Badiou nos dice: “… Siempre se puede decir que una imagen es la realización del número, pero también se debe decir que una imagen no es un número, que no es la repetición de un número, que es su alteración singular…” (13).


III. ¿Qué es el cine… y el cine digital?

“… Qué es el cine: Nada. Qué quiere el cine: Todo. Qué es capaz de hacer: Algo…”.
J.-L. Godard.

La primera parte de esa pregunta puede ser contestada vía Truffaut : “… El cine no constituye una ventana al mundo, sino un escondite. Cuanto más restringido es nuestro universo, más facilidad tenemos para resumir ese mundo en la pantalla…”. Sin embargo esta respuesta nos deja en ascuas en lo que refiere al cine digital. Y esto se debe, porque en realidad deberíamos preguntarnos que es lo qué diferencia al digital de su homónimo analógico. Qué se esconde detrás de las sus similitudes. Tal vez Tom Gunning y su concepto de lo pseudomorfo nos ayude a desentrañar y nos permita ver más allá de la superficie; para así observar las cualidades intrínsecas del dispositivo digital. El autor lo explica de la siguiente manera: “…En las ciencias naturales existe el concepto de lo pseudomorfo, que se refiere a un fenómeno que se parece a otro fenómeno - mineral o vegetal - sin que estén realmente emparentados. La relación entre un paradigma pseudomórfico y otro auténtico es la de uno falso con su original: un engaño superficial, escondiendo un número de diferencias internas, una atractiva apariencia de afinidad que disimula una discontinuidad básica en género y especie…” (14). A lo que Comolli agrega: “… La imaginería de síntesis es ese otro del cine precisamente en el sentido de que le permite una figuración realista del cuerpo humano que no requiere de ninguna presencia real – ni peso de un cuerpo, ni de la vibración de lo vivo, ni de lo aleatorio del instante -…” (15).
Para dejar en claro o mejor dicho de forma más gráfica las anteriores definiciones; tomaremos por ejemplo dos casos que a primera vista parecen verdaderamente claros como ser el fragmento final del film de Antonioni “The passanger” (El pasajero) y la escena inicial de la última película de Robert Zemeckis “The Polar Express” (El Expreso Polar). Dejando a un lado las apariencias, y con esto me refiero a lo obvio, ya que en el caso del segundo film citado es innegable de que se trata de una animación computarizada.
Hay un detalle en ambas películas que puede parecer nimio, pero que tal vez debiéramos prestarle atención, y es que en ambas películas la cámara realiza movimientos largos y fluidos, en los que es capaz de pasar por el orificio de una puerta como efectivamente lo hace en el “Expreso Polar” o por los barrotes de una ventana, y éste es el caso de “El pasajero”. Se podrá creer que en el segundo ejemplo hubo una participación de tecnologías digitales para poder llevarlo acabo; pero sin embargo eso no ocurrió, ya que el mismo Antonioni explica que tuvo que recurrir a unas vigas montadas en el techo, y que por medio del efecto óptico producido por el foco y el fuera de foco, que se producía mientras la cámara avanzaba, y el trabajo coordinado de sus colaboradores que se encargaban de separar los barrotes de la ventana divididos en dos mitades, una superior y otra inferior; fue posible llevar acabo dicho movimiento, que parece pertenecer a un truco hecho con la nueva tecnología digital, y no con la destreza y la habilidad coordinada de un grupos de personas.

Como hemos visto el cine analógico puede llegar a prestar las mismas posibilidades que el digital; pero esto no nos tiene que hacer creer que por ello ambos dispositivos son iguales; ya que en el digital el mundo no nace de percepciones surgidas a partir del contacto con el mundo exterior, sino que es el realizador el que debe recrear esas percepciones por medio de una computadora a todo esto Alejandra Figliola y Gerardo Yoel nos dicen:”… la modificación sensorial que genera la máquina en el hombre que la opera. Pensemos en el esfuerzo que debe realizar un artista, cuya herramienta es la computadora, al realizar un reacomodamiento de sus percepciones. Crear una melodía mediante la escritura de un algoritmo computacional tiende alterar el sentido auditivo en el acto de creación, de la misma manera que decidir un color entre los millones que ofrece el monitor de una computadora impone otro ejercicio visual que mezclarlo en la paleta del pintor…” (16).

Un ejemplo representativo de esto es la versión digitalizada del cuerpo del actor Tom Hanks; más allá de la intencionalidad comercial y económica que representa la presencia de un actor de renombre; la pregunta sería qué sentido tiene utilizar su imagen; si ya con la utilización de su voz sería suficiente para dar con el dueño de la misma. Pero hay algo que probablemente se nos está escapando y ese algo es que con esto se pone en evidencia ese halo fantasmagórico, que envuelve a las estrellas de renombre, debido a que uno como espectador lo único que logra conocer de ellas es sólo su imagen. En este caso dicha apreciación es llevado al extremo porque a pesar que la voz corresponda a la imagen; ésta es una creación digital, para la que no fue necesaria la presencia real del actor ya que su cuerpo fue reemplazado; y lo único que a ciencia cierta, de éste se conserva sin alteración, es su voz. A todo esto Alejandra Figliola y Gerardo Yoel nos dicen: “… la prescindencia del cuerpo como objeto real de la representación, que produce una tensión con lo digital debido al sentimiento de omisión que el “cuerpo” padece…” (17).

A la dualidad que existe entre lo real y lo irreal a partir de la parición de las nuevas tecnologías es analizada por Alain Badiou: “… Pero he aquí que hoy nos encontramos con la expresión “imagen digital” (image numerique), como si en cierto modo, en nuestro mundo, la imagen misma se ha vuelto número. Las relaciones entre lo visible y lo invisible se han transformado. El número era modelo de aquello que no es directamente visible, cuya existencia es intelectual, y la imagen el modelo de lo sensible. ¿Pero que pasa con todo eso si la creación misma de las imágenes es una creación digital (numerique), si en cierto modo la esencia técnica de la imagen se transforma en una manipulación de los números?...” (18).

Pero por qué hacer tanto énfasis en la distinción entre un las imágenes producidas por los diferentes dispositivos. Probablemente la repuesta a esta pregunta la podamos hallar en Agamben que nos dice: “… el hombre es el único ser que se interesa por las imágenes en sí mismas. Los animales se interesan, pero sólo cuando éstas los engañan. […] cuando el animal se da cuenta de que se trata de una imagen, se desinteresa por completo. Por el contrario, el hombre es el animal que se interesa por las imágenes una vez que saben lo que son…” (19).


IV. ¿Qué significar ser un cineasta con la aparición de las nuevas tecnologías?

“… el artista no es libre porque debe situarse en el seno de convenciones artísticas que lo definen limitándolo; y, pese a todo, es libre porque encarna la posibilidad suprema de forjarse una hipótesis acerca del propio destino y mantenerse fiel a ella, sin someterse ni ceder ante las circunstancias…”.

Tarkovski, Le temps scélle´.

Debemos admitir que asistiremos a un cambio a nivel creativo, un cambio que sobre todo se acentuará en la relación del artista con su medio y por ende comenzarán operar nuevas formas de diálogo no sólo gracias a las herramientas sino que también por la interactividad del espectador con la obra, tengamos en cuenta que éste ya no será tan pasivo como antaño. Pero no hay que olvidar que los nuevos códigos que vayan emergiendo van a estar estrechamente vinculados con las formas y el bagaje cultural del artista como espectador. En relación a esto Philippe Dubois nos dice: “… Todas esas máquinas de imágenes, presuponen (por lo menos) un dispositivo que instruya una esfera tecnológica necesaria a la constitución de la imagen: un arte del hacer que precisa a la vez de útiles (reglas, procedimientos, materiales, construcciones, piezas) y de un funcionamiento (proceso, dinámica, acción, organización, juego)…” (20).
Sin embargo y más allá de las continuas modificaciones que aparezcan en al campo cinematográfico, el realizador que se precie de serlo deberá enfrentarse con las dos constantes del arte que son el contenido y la forma. Y finalmente Aumont nos dice: “… cineasta (cinéaste) a aquel que aborde su arte con la máxima intimidad en sí los dos aspectos, forma y contenido respectivamente acentuados por las nociones de director (técnica) y de autor (temática)…” (21).








Notas:
Martin Heidegger, “Arte y poesía”. – Cap. El origen de la obra de arte. Edición Fondo de Cultura Económica. Año1958. Pág. 37.
Ídem. Pág. 59.
Ídem. Pág. 53.
Ídem. Pág. 62.
Alfredo Boulton, “¿Es una arte la fotografía?”, en Joan Fontcuberta (ed.) – Estética fotográfica, una selección de textos. Editorial Gustavo Gili, S.A. Año 2003.Pág.257.
Philippe Dubois, “videos y teoría de las imágenes. Máquinas de imágenes: Una cuestión de línea general”- en Video, Cine, Godard. Editorial, Libros del Rojas. Año 2001. Pág. 9.
Alejandra Figliola y Gerardo Yoel.”Pitágoras digital”. Gerardo Yoel (comp) - en Pensar el cine 2. Cuerpo(s), temporalidad y nuevas tecnologías. Entre video y digital. Edición Bordes Manantial. Año 2004. Pág. 336.
Ídem. Pág. 344.
Ídem. Pág. 342-343.
Jean Luois Comolli. Libros del Rojas. Año 1999. Pág. 278.
Ídem. Pág. 279.
Ídem. Pág.280.
Alain Baiou. “Arte, matemática y filosofía. - en Pensar el cine 2. Cuerpo(s), temporalidad y nuevas tecnologías. Entre video y digital. Gerardo Yoel (comp). Buenos Aires. Edición Bordes Manantial. Año 2004. Pág.36.
Gunning, Tom "An Unseen Energy Swallows Space. The Space in Early Film and Its Relation to American Avant Garde Film", en Fell, John (ed.) Film Before Griffith, Univ. of California Press, 1983 (pp. 355-366) (traducción de la cátedra).
Jean Luois Comolli. Libros del Rojas. Año 1999. Pág.316.
Alejandra Figliola y Gerardo Yoel.”Pitágoras digital”. Gerardo Yoel (comp) - en Pensar el cine 2. Cuerpo(s), temporalidad y nuevas tecnologías. Entre video y digital. Edición Bordes Manantial. Año 2004. Pág. 344 - 345.
Alejandra Figliola y Gerardo Yoel.”Pitágoras digital”. Gerardo Yoel (comp) - en Pensar el cine 2. Cuerpo(s), temporalidad y nuevas tecnologías. Entre video y digital. Edición Bordes Manantial. Año 2004. Pág. 341.
Alain Baiou. “Arte, matemática y filosofía. - en Pensar el cine 2. Cuerpo(s), temporalidad y nuevas tecnologías. Entre video y digital. Gerardo Yoel (comp). Buenos Aires. Edición Bordes Manantial. Año 2004. Pág.33.
Cita extraída de”Pitágoras digital”. Gerardo Yoel (comp) - en Pensar el cine 2. Cuerpo(s), temporalidad y nuevas tecnologías. Entre video y digital. Edición Bordes Manantial. Año 2004. Pág 341.
Philippe Dubois, “videos y teoría de las imágenes. Máquinas de imágenes: Una cuestión de línea general”- en vides, Cine, Godard. Editorial, Libros del Rojas. Año 2001. Pág. 10.
Jacques Aumont, “¿Qué es un cineasta?”- en Las teorías de los cineastas. Comunicación 155 Cine. Editorial Paidós. Año 2004. Pág.159.
Bibliografía:

Jacques Aumont. Las teorías de los cineastas. Comunicación 155 Cine. Editorial Paidós. Año 2004.
Gerardo Yoel (comp). Pensar el cine 2. Cuerpo(s), temporalidad y nuevas tecnologías. Edición Bordes Manantial. Año 2004.
Philippe Dubois. Video, Cine, Godard. Editorial, Libros del Rojas. Año 2001.
Martin Heidegger, “Arte y poesía”. Edición Fondo de Cultura Económica. Año1958.
Joan Fontcuberta. Estética fotográfica, una selección de textos. Editorial Gustavo Gili, S.A. Año 2003.
Gunning, Tom "An Unseen Energy Swallows Space. The Space in Early Film and Its Relation to American Avant Garde Film", en Fell, John (ed.) Film Before Griffith, Univ. of California Press, 1983 (pp. 355-366) (traducción de la cátedra).
Jean Luois Comolli. Medios audiovisuales: ontología, historia y praxis. Libros del Rojas. Año 1999.