lunes, noviembre 14, 2005

Cine, relato y interactividad.


Habiendo tantos ejemplos de interactividad en nuestra vida cotidiana al cine tiene la presentación de convertirse en un formato interactivo. Esto surge del comentario de un programa de cine (El ojo), en el que hace tiempo Horacio Bernardes, señalo que en la última película de Robert Zemx, “El expreso polar”, el film que es completamente animado, hay una peculiar participación de los actores no se limito en ponerle voz a los personajes sino que en el caso del actor Tom Hans se lo recreo para que se lo pueda distinguir en la pantalla. La pregunta del millón sería para que utilizar una decodificación de ceros y unos para reproducir digitalmente a una persona que cobra millones por aparecer en la pantalla. La verdad es que no lo sé; pero intentare dar una posible hipótesis que se basa en que en un futuro la fabricación de aventuras protagonizadas por cualquier usuario va formar parte de nuestra vida cotidiana, sería una suerte de crea tu propia aventura digitalizada.
He escuchado el rumor que la próxima era de la televisión, los teleespectadores podrán influir en la narrativa de los diferentes programas. Participar de ese mundo ficticio no ya desde la proyecciones imaginarias del espectador sino directamente en vínculo que los une convirtiendo en realidad la relación que se crea entre la gente común y quienes están en la pantalla chica. Lo peor de todo que es, sí dichas relaciones llegarán a convertirse en realidad la televisión aumentaría el sentimiento individualista patente en cada uno de nosotros. Roberto Rossellini opinaba sobre el lenguaje televisivo: “... En la televisión, te diriges a diez millones de espectadores que son diez millones de individuos, uno detrás del otro. Entonces, el discurso se hace infinitamente más íntimo, infinitamente más persuasivo...”.
Uno de los libros de Adolfo Bioy Casares se me viene a la memoria “La invención de Morel” en este libro un hombre que escapaba de la policía se refugia en una isla solitaria, solamente habitada por unos fantasmas que habían vivido allí cinco días y que Morel durante ese período los había capturado a todas sus acciones durante esa semana. Aquél hombre asistía a la interminable proyección de unas personas probablemente muertas. Es más se había enamorada de una de esas imágenes; y él al descubrir como funcionaba la máquina de Morel se convirtió en una más de esas imágenes y por conocer al dedillo sus rutinas quedará registrado como uno más de esos fantasmas que habitaban la isla.
Para seguir con el inventario literario que vaticinaba la interacción me referiré a “Farehiet 451”, en una parte la esposa del protagonista desde su casa participa de una telenovela, en la que actúa con otros televidentes.
En conclusión en el imaginario de cada uno de nosotros existió la idea de formar parte o de relacionarnos con los personajes de la pantalla. Es más creo que esa meta está más próxima de lo que nos imaginamos, lo único que nos va quedar de nuestra memoria colectiva es que cada uno de nosotros alguna vez aspiro a ser una imagen bidimensional.