"... El espectáculo había comenzado. Seguíamos a la acomodadora tropezando, y yo me sentía clandestino. Un haz de luz blanca atravesaba la sala por encima de nuestras cabezas, y se veía bailar en él el polvo y el humo; un piano relinchaba, unas peras violetas estaban encendidas en las paredes, el olor acre de un desinfectante me atacaba la garganta. El olor y las frutas de aquella noche mal hidratada se confundían en mí: yo me comía las lámparas de auxilio, me llenaba con su gusto acidulado. Tropezaba con la espalda contra sus rodillas, me sentaba en un asiento chirriante, mi madre deslizaba una manta doblada debajo de mis nalgas, para ponerme más alto, por fin miraba la pantalla, descubría una tiza fluorescente, unos paisajes parpadeantes rayos por la lluvias; llovía siempre, aunque hiciese un sol espléndido, aunque fuese dentro de las casas; a veces atravesaba el salón de una baronesa un asteroide echando fuego, sin que ella pareciera extrañarse. Me gustaba esa lluvia, esa inquietud constante que aparecía en la pared...".
Las Palabras de Jean Paul Sartre.
Las Palabras de Jean Paul Sartre.
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