Parece mentira, que hoy en día, que cuando se habla de cine nacional los primeros nombres que surgen son los de Burman o Martel, sólo para nombrar algunos de los jóvenes realizadores más destacados de los últimos años, haya que hablar de un “viejito” del cine argentino. Se trata de Rodolfo Aristarain, quien siempre nos ofreció una buena alternativa frente a un cine que se caracteriza por la falta de dedicación a los guiones, una estructura fundamental para poder hacer un cine creíble y consistente” (Campanella, J.J.- Revista Nueva- pág.9) y por actuaciones demasiado teatrales.
Aristarain, en anteriores producciones como “Martín (H)” y “Un lugar en el mundo”, ha tomado como tema central el amor filial, reflejado en la relación del cineasta y su hijo en la primera y en la lucha que padre e hijo llevaban para evitar la estafa de una gran compañía, en la segunda. Ambas retrataban el valor de la amistad, la influencia de la política en la vida nacional y la difícil etapa en la que un joven debe decidir su camino aún en contraposición de los planes de sus padres.
Cuando un artista, se arriesga a exponer temas tan profundos y en forma tan cercana a sus verdaderos sentimientos y hechos de vida, puede caer en sentimentalismo o la vulgaridad, pero Aristarain sortea con éxito este desafío.
Roma, es la imagen sencilla y poderosa de la madre del protagonista, que recorre toda la historia. Es a la vez, el homenaje del hombre a una mujer fuerte, cuyo ejemplo signó toda su vida.
Este film, que es su última realización, merece ser caratulado como su obra más completa, en la que narra dos décadas de la historia del país desde una clave personal, centrada en el vínculo entre una madre y su hijo.
El realizador reconoció que "Roma" incluye elementos autobiográficos, aunque no claramente distinguibles y en la misma los temas recurrentes en su filmografía.
Tampoco es casualidad que en el reparto aparezcan Juan Diego Botto y José Sacristán, que ya han participado anteriormente en sus obras, y como si hiciera falta algo más, Aristarain engalana esta película con la actuación de Susú Pecoraro y una fluidez narrativa que hace que las dos horas y media de duración parezcan poco.
Creador del guión junto con su esposa Kathy Saavedra y el cineasta español Mario Camus, el director hace un buen manejo de la información, no dejando nada librado al azar y obligando al espectador a estar atento continuamente de la estructura circular que presenta esta película. Esto es lo que hace y de una manera más que notable.
El guión de Roma, respeta en su estructura, una división basada en las distintas etapas de vida del protagonista, un escritor argentino, Joaquín Góñez, emigrado a España a fines de los 60, que logra concretar su deseo de destacarse como escritor y que llega a una madurez, en la que decide trabajar sobre su autobiografía, lo que brinda la excusa para dar este recorrido vivencial.
Esta relación circular, está presente no sólo como estructura narrativa, sino también como vínculo de unión entre nuestro protagonista -escritor y su ayudante, que no es ni más ni menos que un narrador encubierto.
Aristarain elige para trasladarnos al pasado del escritor, un encadenado fundido sobre el monitor de la computadora, en la que se puede ver escrito el nombre de una ciudad, una fecha y el reflejo del rostro del joven ayudante, como símbolo de esa juventud pasada. Este corte nos da la impresión de que en realidad estamos viendo la proyección mental del personaje de Diego Botto y no un recuerdo.
Podemos interpretar que el escritor a través de esta revisión de su vida, en la que muestra su infancia (signada por estrechez económica que siguió a la prematura muerte de su padre), su juventud (época signada por una existencia bohemia, en la que explora las relaciones de amistad y de pareja) y la adultez que le deja una relación fracasada de pareja y dos hijas, con las que no mantiene relación.
En esta etapa, anterior a la vejez, el escritor busca el interés y el deseo perdido, ya que si bien no es un hombre cínico, ni desencantado siente que ha vivido y visto todo.
A medida que la acción se desarrolla crece la relación entre el escritor y Manuel el joven estudiante de periodismo al que la compañía editorial envía para ayudarlo.
A la historia se suma la simpleza de la puesta en escena, resultante de su admiración confesa por los grandes clásicos del cine americano, que busca lo natural, induciendo a pensar que no existen cámaras, planos, iluminación o montaje. Tomemos como ejemplo, la simpleza en la presentación de la corriente de un río, visión acompañada del sonido natural del mismo solamente, orientando la atención hacia un elemento simbólico fundamental de la película, otorgándole una relevancia que va cobrando peso a lo largo de la misma, para simbolizar el paso de la vida.
Haciendo propias las palabras del realizador podemos sintetizar en que "La película arranca tratando de ser la historia de la vida de un tipo y termina siendo la crónica de un recorrido con una presencia muy fuerte de la madre del protagonista, una mujer que por puro sentido común llega a una actitud muy liberal respecto de todo lo que tiene que ver con el desarrollo de la vida de ese hijo"
Una vez más, podemos comprobar que Aristarain es un director que se atreve a mostrar sus sentimientos y exponer sus recuerdos en una forma clara, sencilla, sin caer en sentimentalismos o golpes bajos.
REFERENCIAS
· Bordwell, David y Thompson, Kristin (1995) – El arte cinematográfico – Barcelona – Editorial Paidos – capítulo 10 – Apéndice: Escribir el análisis crítico de una película
· Vinelli, Anibal M. (16/04/04) – Clarín – Página Espectáculos
· Campanella, Juan José – Entrevista en Revista Nueva (25/04/04)
· Lingenti, Alejandro – Revista El Amante (17/04/04)
Parece mentira, que hoy en día, que cuando se habla de cine nacional los primeros nombres que surgen son los de Burman o Martel, sólo para nombrar algunos de los jóvenes realizadores más destacados de los últimos años, haya que hablar de un “viejito” del cine argentino. Se trata de Rodolfo Aristarain, quien siempre nos ofreció una buena alternativa frente a un cine que se caracteriza por la falta de dedicación a los guiones, una estructura fundamental para poder hacer un cine creíble y consistente” (Campanella, J.J.- Revista Nueva- pág.9) y por actuaciones demasiado teatrales.
Aristarain, en anteriores producciones como “Martín (H)” y “Un lugar en el mundo”, ha tomado como tema central el amor filial, reflejado en la relación del cineasta y su hijo en la primera y en la lucha que padre e hijo llevaban para evitar la estafa de una gran compañía, en la segunda. Ambas retrataban el valor de la amistad, la influencia de la política en la vida nacional y la difícil etapa en la que un joven debe decidir su camino aún en contraposición de los planes de sus padres.
Cuando un artista, se arriesga a exponer temas tan profundos y en forma tan cercana a sus verdaderos sentimientos y hechos de vida, puede caer en sentimentalismo o la vulgaridad, pero Aristarain sortea con éxito este desafío.
Roma, es la imagen sencilla y poderosa de la madre del protagonista, que recorre toda la historia. Es a la vez, el homenaje del hombre a una mujer fuerte, cuyo ejemplo signó toda su vida.
Este film, que es su última realización, merece ser caratulado como su obra más completa, en la que narra dos décadas de la historia del país desde una clave personal, centrada en el vínculo entre una madre y su hijo.
El realizador reconoció que "Roma" incluye elementos autobiográficos, aunque no claramente distinguibles y en la misma los temas recurrentes en su filmografía.
Tampoco es casualidad que en el reparto aparezcan Juan Diego Botto y José Sacristán, que ya han participado anteriormente en sus obras, y como si hiciera falta algo más, Aristarain engalana esta película con la actuación de Susú Pecoraro y una fluidez narrativa que hace que las dos horas y media de duración parezcan poco.
Creador del guión junto con su esposa Kathy Saavedra y el cineasta español Mario Camus, el director hace un buen manejo de la información, no dejando nada librado al azar y obligando al espectador a estar atento continuamente de la estructura circular que presenta esta película. Esto es lo que hace y de una manera más que notable.
El guión de Roma, respeta en su estructura, una división basada en las distintas etapas de vida del protagonista, un escritor argentino, Joaquín Góñez, emigrado a España a fines de los 60, que logra concretar su deseo de destacarse como escritor y que llega a una madurez, en la que decide trabajar sobre su autobiografía, lo que brinda la excusa para dar este recorrido vivencial.
Esta relación circular, está presente no sólo como estructura narrativa, sino también como vínculo de unión entre nuestro protagonista -escritor y su ayudante, que no es ni más ni menos que un narrador encubierto.
Aristarain elige para trasladarnos al pasado del escritor, un encadenado fundido sobre el monitor de la computadora, en la que se puede ver escrito el nombre de una ciudad, una fecha y el reflejo del rostro del joven ayudante, como símbolo de esa juventud pasada. Este corte nos da la impresión de que en realidad estamos viendo la proyección mental del personaje de Diego Botto y no un recuerdo.
Podemos interpretar que el escritor a través de esta revisión de su vida, en la que muestra su infancia (signada por estrechez económica que siguió a la prematura muerte de su padre), su juventud (época signada por una existencia bohemia, en la que explora las relaciones de amistad y de pareja) y la adultez que le deja una relación fracasada de pareja y dos hijas, con las que no mantiene relación.
En esta etapa, anterior a la vejez, el escritor busca el interés y el deseo perdido, ya que si bien no es un hombre cínico, ni desencantado siente que ha vivido y visto todo.
A medida que la acción se desarrolla crece la relación entre el escritor y Manuel el joven estudiante de periodismo al que la compañía editorial envía para ayudarlo.
A la historia se suma la simpleza de la puesta en escena, resultante de su admiración confesa por los grandes clásicos del cine americano, que busca lo natural, induciendo a pensar que no existen cámaras, planos, iluminación o montaje. Tomemos como ejemplo, la simpleza en la presentación de la corriente de un río, visión acompañada del sonido natural del mismo solamente, orientando la atención hacia un elemento simbólico fundamental de la película, otorgándole una relevancia que va cobrando peso a lo largo de la misma, para simbolizar el paso de la vida.
Haciendo propias las palabras del realizador podemos sintetizar en que "La película arranca tratando de ser la historia de la vida de un tipo y termina siendo la crónica de un recorrido con una presencia muy fuerte de la madre del protagonista, una mujer que por puro sentido común llega a una actitud muy liberal respecto de todo lo que tiene que ver con el desarrollo de la vida de ese hijo"
Una vez más, podemos comprobar que Aristarain es un director que se atreve a mostrar sus sentimientos y exponer sus recuerdos en una forma clara, sencilla, sin caer en sentimentalismos o golpes bajos.
REFERENCIAS
· Bordwell, David y Thompson, Kristin (1995) – El arte cinematográfico – Barcelona – Editorial Paidos – capítulo 10 – Apéndice: Escribir el análisis crítico de una película
· Vinelli, Anibal M. (16/04/04) – Clarín – Página Espectáculos
· Campanella, Juan José – Entrevista en Revista Nueva (25/04/04)
· Lingenti, Alejandro – Revista El Amante (17/04/04)
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1 comentario:
hola mariano, bienveindo a la comunidad bloggera!
un saludo
pd. te prometo que despues leo bien los dos textos, con más tiempo... chau!!
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