viernes, mayo 13, 2011

¿Ficciones de lo real?

Nobody´s business ante todo una actitud documental que persevera a pesar de la resistencia del sujeto filmado; y cómo no intentar al menos resistir ante una persona empeñada en realizar un documental sobre la vida de ese alguien, que ni siquiera a su propio protagonista interesa. Oscar Berliner en su doble rol de protagonista del film y padre del realizador una y otra vez repite: “¿A quién le puede importar mi vida?”, como si fuera el último recurso de un boxeador arrinconado que busca zafarse de su oponente. La campana suena y los contrincantes regresan a sus esquinas esperan por otro raund.
Una vez más se escucha la campana y junta a ella, la pregunta efectuada por Oscar Berliner reverbera en nosotros los espectadores durante y después del film. Aún seguimos preguntándonos cuál es el verdadero gesto de heroísmo, o cuál habrá sido particularidad, o más precisamente la razón por la qué este sujeto se encuentre frente a cámara. Por qué él hijo de uno de los tantos inmigrantes, por qué él uno de once hermanos, él uno de los tantos jóvenes que participó en La Segundo Guerra Mundial, por qué él.
Evidentemente el realizador Alan Berliner está a favor de la afirmación “mil es menos que uno”. Sin embargo no realiza una oda del individualismo, sino todo lo contrario. Nos muestra que lo importante se encuentra en la relación de ese uno con el resto de los seres igualmente anónimos como él. En otras palabras privilegia la relación, ese vínculo intangible sobre los sujetos que la componen. El mismo Berliner utiliza como premisa de su documental la afirmación realizada por algunos geneólogos: “…todos estamos emparentados en menos de 50 primos. Y la mayoría en mucho menos. Los árboles genealógicos de cada uno se unen en un tronco único se retrocedemos 50 generaciones…”.
Berliner se adentra en su pesquisa sobre su árbol genealógico, y con ella nos lleva a reflexionar sobre otro parentesco no menos importante, el existente entre el cine documental y el de ficción. Ambos nacieron juntos pero en un momento dado sus caminos se bifurcaron: conduciendo a uno, al de ficción a las grandes salas; relegando al documental a los circuitos alternativos. La dicotomía entre documental y ficción en nuestros días no parece tener asidero, pero en el cine de los primeros tiempos encontrábamos en los rincones del cuadrilátero por un lado a los hermanos Lumiere y en el otro al ilusionista Méliès. Los Lumiere por su parte registraban momentos o instantes de la vida cotidiana con una actitud documental, con ello me refiero a la idea de dejar un testimonio de los acontecimientos ocurridos delante de cámara. Dicha actitud no era puramente azarosa, sino que en ocasiones manipulaban la escena a favor de construir un relato de la misma manera que se lleva a cabo en una ficción. Mientras tanto Méliès experimentaba en su teatro Rober Houdini, proponiéndonos un espacio lúdico destinado a transformar el espacio real en un uno nuevo y mágico.
En Nobody´s business se conjuga el cine de Lumiere y Méliès en uno solo; si por ejemplo, observamos como la hermana y la madre del realizador juegan juntas a la pelota- paleta en la playa, en momentos diferentes. Berliner tomo un acontecimiento anodino como lo fue “la salida de la fábrica” o “el desayuno del bebé” y con una operación de montaje que mucho le debe a las trucas de Méliès se permite la licencia de hacer confluir dos tiempos diferentes, en el cual un golpe de la hermana es devuelto con otro de la madre realizado 30 años antes. Berliner puso frente así a dos extraños con una historia en común que son el cine documental y el de ficción.
Otro de los momentos en los que se percibe una tensión entre documental y ficción es cuando Alan Berliner insiste sobre la historia detrás de una fotografía, en la que se ve a su padre posando frente a un micrófono, y pareciera que éste estuviera cantando o pronunciando un discurso. El realizador se desilusiona al darse cuenta que no hay nada significativo subyace a esa imagen. Oscar Berliner simplemente contesta: “sólo estoy posando”. En el relato cinematográfico clásico no hay lugar para sucesos gratuitos todo tiene un porqué. En el instante que contemplamos una imagen fotográfica indagamos sobre los momentos previos al ser tomada como si quisiéramos con nuestra imaginación completar el relato del que sólo tenemos un fragmento.
Probablemente la actitud documental del realizador sea hereda de su padre, quien era aficionado a registrar filmes caseros en 8 mm sobre la familia. Alan pregunta el por qué de todas esas películas en un posible intento de comprender él mismo el por qué de esta película.
Finalmente entendemos la anécdota con la que se inicia el film en la voz de su protagonista que nos dice: “… un tipo va a ver a un artista y le pide que le haga un cuadro. El artista le dice que hay dos tipos de cuadros: Retratos y paisajes. ¿Cuál es más barato?, pregunta el tipo. El paisaje dice el artista. Entonces haga un paisaje de mí…”. Lo realizado por Alan Berliner responde más a una cartografía de su padre como la del propio cine en la cual las coordenadas espaciales dan cuenta de las transformaciones sufridas por ese paisaje a causa del tiempo y que como resultado nos da ese ser anónimo que está frente a cámara.

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